La Hoja de Bogotá
Las caras de la moneda
Detrás de los billetes hay historia, diseño y comercio. Aunque haya que salir volando a pagar las deudas, mírelos. Son valor circulante
Aunque no es difícil toparse con un Córdoba maltrecho, un Bolívar añoso o un Santander altivo, entre los fajos de billetes que se ofrecen en los mercados de las pulgas, no es tan común encontrar mercaderes de billetes viejos en Bogotá.
Hay dos tipos de personas en el mundo de la notafilia –así se llama la afición por los billetes–, el coleccionista y el comerciante. El primero es un experto, es el que sabe cuántos hay de este o aquel, y el segundo los menudea. Danilo Parra es un coleccionista avezado y sabe su historia al dedillo. Según él, son pocos los que se dedican a este oficio: en Colombia existen alrededor de 50 coleccionistas de billetes, no es más. En Bogotá son unos 25 más o menos. Los pocos minoristas de billetes de la capital se desperdigan en el centro, a la altura de la Avenida Jiménez.
No obstante, la afición a los billetes no es tan sencilla como comprar o vender papeles viejos. El papel moneda escasea, se deteriora, se transforma y, de alguna manera, cuenta la historia del país. La iconografía de los billetes de antes –siglo XIX– aludía a la fortaleza, era común ver barcos, o un tren, o una mina, o un perro San Bernardo al cuidado de una caja fuerte. Era la época de los ‘valores’ de los bancos privados y se acudía a símbolos que dieran la sensación de solidez, de que esa platica no se iba a perder. Porque casos se han visto.
Danilo es vertical a la hora de decir cuáles billetes son más elaborados: me gusta el siglo antepasado, por lo rudimentario que es el billete, por lo crudo. Y por lo difícil de la época de conseguir tintas y papeles, y pese a eso tienen una seguridad muy avanzada. Las viñetas son especiales, muy bonitas.
Laura Duque, curadora de la muestra numismática en la Biblioteca Luis Ángel Arango, cree que tal vez los billetes desaparezcan algún día y no oculta su pesar. Le parece natural que esto suceda, al fin y al cabo la evolución es ineluctable. En un corredor de La Casa de la Moneda y ante un mar de niños que están de visita guiada, Laura cavila un momento sobre quién se ha quedado por fuera del papel moneda. Dice que en el siglo XIX se hablaba de identidad nacional, ideales políticos, formas de pensamiento y todo está ahí. Los billetes son la muestra de esa búsqueda, añade. Con los que tenemos ahora en nuestras manos cree que es pertinente que hablen de distintas áreas: literatura, política, ciencia. Los personajes que aparecen en ellos deben ser pensados en una colectividad, pero también desde una relevancia histórica importante, y dice que los que están son los que son.
Muchas cosas han cambiado: En el siglo XX no se dio el caso de que un Presidente en ejercicio saliera en los billetes, pero en el XIX sí. Con la institucionalización del Banco de la República en 1923, se estabilizó la aparición de próceres. Todos hombres, Policarpa vino a salir apenas en 1972 y fue la primera mujer que apareció como tal; antes hubo alegorías femeninas, explica Ignacio Henao, asesor de la Casa de la Moneda. Y revela que el papel moneda no está respaldado en oro desde 1931, sin embargo, la leyenda continuó diciendo por mucho tiempo El Banco pagará al portador... hasta cuando, no hace mucho, un senador resolvió ir por el oro al Banco, no logró que le quitaran el billete, pero sí que le quitaran la frasecita, recuerda Ignacio con dejo socarrón.
Jorge Lopera se para todos los días en la Avenida Jiménez con carrera 10 con dos álbumes, uno de billetes nacionales y otro de extranjeros. Junto a él otro mercader pregona sus papeles. Piensa un instante antes de responder unas preguntas. Su negocio es redondo, responde, siempre y cuando se le compre algo, así sean solo 3.000 pesos para el almuerzo:
—¿Uno puede vivir de esto?
—Hombre, yo aquí llevo con esto por ahí 30 años y así he parado a mis hijos, a mi familia, tengo mi casita y todo gracias a los billetes. Eso es bueno, eso produce.
—¿A qué personaje del país le gustaría ver en un billete?
—A ver yo le digo, me la pone dura. ¿Actual, actual, actual? Me coge fuera de base.
Jorge pasa de página en su álbum, un viejo billete de dos pesos espera su turno al tiempo que Policarpa mira impasible.
El billete de ½ peso
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Banco de la República se vio obligado a tomar billetes de peso y partirlos a la mitad con un sello de medio peso provisional.
El billete más caro es el de 500 pesos de 1923, sólo existe un ejemplar y se calcula que vale 200 millones de pesos.
Para muchos coleccionistas el único prócer que falta en los billetes es Rafael Uribe Uribe.