Casa en la treintaicinco

Estando joven

se mandó sacar los dientes

el señor de los arreglos

para no ir al ejército

en su pueblo era costumbre

en el camino, sin embargo,

Ricardo extraviaba los detalles

de su historia

entonces venían las enmiendas

que no era cosa del pueblo entero sino de una familia numerosa

de apellido Correa

en fin

cualquier maña vale

con tal de tener la libreta militar

puros cuentos

era la interrupción de mi abuela

a Ricardo

ya no le alcanza para recluta

la cuestión es que siempre había reparaciones

eso tal vez sea una casa

lo he pensado ahora

goteras humedades

una puerta que chirría

paredes desconchadas

silencio empalado

apenas interrumpido por el programa de la tarde

por una colada que sabe a papel periódico

Ricardo no tenía talla

eso respondió cuando le ofrecí una camisa vieja

era verdad

a él todo le servía por igual

un alambre de cobre o un alicate o un frasco viejo

mejor aún, unos zapatos carramplones

encima, desbarataba lo que fuera

con resultados

con frecuencia

deslumbrantes

pero espantosos

eso tal vez sea una casa

dientes que vuelan

costumbres imperfectas

en la cocina de los abuelos Ricardo tomaba leche

fumaba

se disponía

a la charla

hasta que le entraban accesos de tos

monocorde, desgarrada

como si a su tos la moviera el orgullo

aquella casa:

un señor remiso

buena gente casi siempre

de bigote sin suerte

encaramándose al techo

a mover la antena del televisor

y quebrar una que otra teja

pequeñeces, zanjaba mi abuelo el tema

y enseguida salía con Ricardo

hacia el depósito de La América

a reponer las tejas y de paso abastecerse de tornillos y demás fierros

de trabajo

entre los cuales se colaba el paquete de crucigramas

cada vez sale más elemental el crucigrama

era la reflexión de la abuela

en todo caso

mal que bien

se clavaba una hora o dos

a resolverlo

esa palabra era muy de ella

al fin qué resolviste vos

preguntaba

el repertorio del abuelo era otro

infame, por ejemplo,

era un sambenito

que le achacaba a los políticos no liberales

lo cual incluía, por supuesto,

a los exliberales

pero a veces las palabras eran de ambos

y el abuelo y la abuela decían

a coro

aguardá

Ricardo se instaló en un cuarto vacío

habrá tardado un mes

moviendo trebejos

cachivaches

por ahí, años atrás

habíamos pasado

arrimados y vagos

visitas y fantasmas

se apilaron discos de tangos

un retrovisor que sobró de un carro pérdida total

que no dejó muertos

de ahí, de las diligencias del seguro

surgió la idea del abuelo de comprar carros vueltos nada

Ricardo podría con la latonería

lo más difícil

era una empresa

demasiado ambiciosa

necesitábamos fiadores

contactos

un capital

de todas maneras

al abuelo se le pusieron los ojos

como centellas

por un tiempo respetable:

un cacharro viejo como el suyo

desleído por el sol

y la ausencia de taller

un-peligro-andante

según dijo

una vecina

por cuenta de Ricardo

tendría oportunidad al disimular

las costuras

qué va, otra vez el tatequieto de la abuela

y no le faltaba razón

éramos puras necedades

el acabose, sentenció

fue cuando

el lote del frente se hizo parqueadero de buses

así: un muchacho con botas pantaneras, bermudas y trapo rojo en la cabeza

y dele

hágale

súbale volúmen a la emisora

y la abuela súbale a los tangos

y en el resto de la casa noticieros y Vick Vaporub

y Ricardo yéndose por temporadas

se tiraron el barrio

refrendó la observación de la abuela

alguien

un visitante ocasional

si no es que fue un mendigo

pero bueno bueno no estaba el barrio

si a eso vamos

o nunca tuvo su cuarto de hora

malo malo tampoco

era la postura

siempre buscando terciar

del abuelo

y sonreía

esperando con su manojo de llaves

en las manos

en el vano de la puerta

camino al depósito de La América

y al cabo volvía Ricardo del pueblo

con cara

incluso

de haberse enamorado

con una tula

medio llena de naranjas

qué va, otra vez la abuela bajándonos de pinta

por qué no creerle, replicaba el abuelo

con esa mano que tiene

para las cosas prácticas

Ricardo no es mal partido

además,

qué tal que perdiéramos

a una muchacha buena

indiferente a su desgarbada figura

no adivino

si entre él y ella

hubo amor

o un fin de semana

en un río

un paseo en pullman, algo de sol

cuando Ricardo

contaba cosas

le daba por saborearse el bigote

como si su historia supiera a algo

se tomaba su tiempo

dejando en remojo las ideas

hay que condenar el suiche, canchar la pared, agarrar esto o aquello de canto, falta bastimento,

cosas que solía decir

un arreglo suyo no salió

del todo bien

estropeó el piso

ya de por sí desportillado

tanto fue el desbarajuste

que él mismo

se empeñó en pagarnos

con más trabajo

dele

hágale

no vale la pena

Ricardo

una baldosa floja

ochenta baldosas empañadas

el acabose

por un tiempo

no fue ese

sino

el arrume de pertrechos en el garaje

una pecera vieja

la neverita que no enfriaba casi

el acabose

uno de tantos

fue cuando

mi tío

que dormía un par de veces por año

allí en esa casa

no regresó más

y se fueron amontonando sus libretas en cajas

y más cajas

los carteles monotono

pero más que nada los muñecos

que hacía en papel maché

algunos de los cuales

tenían brazos de hasta dos metros

y los ojos salidos.